miércoles, 13 de abril de 2011

Cuando estamos en buenas manos

Cuando estás en buenas manos puedes sonreír con sinceridad a la vida, aunque te parezca que te queda poca y mala. La risa fluye, natural, los labios resbalan al besarse. Una respiración desde el suelo del servicio de observación de urgencias te recuerda que estás en buenas manos. El oso duerme junto a tu cama articulada amortiguando todo lo malo que pueda llegar.
Cuando estás en buenas manos puedes esperar a romperte, para no perder ese mínimo pundonor, porque notas en el hombro el apoyo que no te deja caer. Y luego, al quebrarte, nada de vergüenza sino entendimiento, calidez, vida.
Cuando estás en buenas manos te escapas al metro a buscar el aire fresco que traes de la mano en tu mirada franca, directa a los ojos. En tu sonrisa al regalar sangre, al regalar vida.
Cuando estás en buenas manos el miedo se  hace pequeño, una bolita de metal muy pesado saltando de vez en cuando, enfriando el corazón.
Cuando estás en buenas manos la distancia no existe, las miradas arropan, las sonrisas son balsámicas, los abrazos de zumosol hablan de días por venir y de aquellos vividos con tanta intensidad como ignorancia.
Si, además, eres consciente de estar en buenas manos,las manos de mis amigos, las manos de los que me quieren, todo, todo, todo es más fácil, las piedras son más pequeñas, el aire está más limpio, y el camino no es corto ni largo, es sólo eso: el camino.

El milagro no es que yo sea capaz de oler la mar sin verla, y saber dónde está. El milagro es que tú confíes y me sigas y lleguemos hasta ella. Así. Como si nada.

1 comentario:

  1. Esta es una entrada vieja del viejo blog,pero tan actual y vigente ahora como entonces. Gracias.

    ResponderEliminar